Estrella mediática, prostituta, presa, cantante... La Veneno fue muchas cosas, pero, sobre todo, se convirtió en una referente al ser una de las primeras mujeres en visibilizar la realidad que viven las personas transexuales, que, hasta entonces, habían pasado desapercibidas. Sin tapujos ni pudores, la almeriense relató su historia y consiguió llegar a millones de españoles que la veían a través de la pequeña pantalla.
Cristina Ortiz apareció por primera vez en televisión en 1996. Sin esperarlo, La Veneno se topó con las cámaras de Esta noche cruzamos el Mississippi que habían ido al Parque del Oeste para hacer un reportaje sobre las mujeres transexuales que se prostituían. Su desparpajo, unido a una espontaneidad muy poco habitual de la época, cautivó a los reporteros que se encontraban allí.
Rápidamente, La Veneno se convirtió en colaboradora del programa y allí fue cuando pudimos conocer cómo era ella de verdad. Noche tras noche, narraba cómo había sido su vida y con sus palabras ayudaba a muchas personas que se apoyaron e inspiraron en ella para dar ese paso hacia su verdadero yo. Aunque muchos la vieron como un mero personaje televisivo, otros supieron ver su lado más humano y valorar el legado que ha dejado desde entonces.
En el libro que publicó poco antes de morir, ¡Digo! Ni puta ni santa. Las memorias de La Veneno, narra cómo vivió sus primeros años en Adra, su pueblo: “La primera vez que me gritaron Joselito el maricón tenía cuatro años. Entonces no sufría. Más adelante, sí. Sobre todo, cuando me di cuenta de que mis padres no me apoyaban. Ella me llamaba maricón y me estuvo pegando hasta los 28 años".
Cristina Ortiz ayudó a quitar tabúes, a aceptarse cada uno cómo es y a no dejar que nadie pise a otra persona por su condición sexual. Ella misma encontró su verdadera familia en aquellas personas que le apoyaron y no le soltaron la mano, sus amigas y compañeras del Parque del Oeste. Una mujer que luchó por ser quién quería ser y que se convirtió, sin pretenderlo, en toda una referente. Y es que, como dijo Loles León en el cortometraje El mundo entero, “en esta vida, para dos días que vamos a vivir, que cada uno se coma lo que quiera mientras que no moleste a nadie”.
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